COMUNICACIÓN FEMINISTA (y al fin inclusiva)
El otoño-invierno de 2021 se ha publicado en la revista Nexe este artículo firmado por nuestra socia Marina Reig sobre COMUNICACIÓN FEMINISTA (y al fin inclusiva).
Desde el feminismo se promueve la normalización de un vocabulario que, deconstruyendo la mirada heteropatriarcal de la realidad, haga visible la diversidad de identidades de género existentes en el seno de nuestra sociedad. Cooperativas y plataformas de mujeres promueven este cambio de paradigma en sus prácticas comunicativas.
«¡Hola a todas! Cuando hace diez años una política, un líder de una entifdad o una persona influente se dirigía a la gente en femenino, éramos muchas las que mostrábamos desprecio ante esta expresión: nos sonaba estraña e, incluso, excesiva. Ahora, como otras creencias que han venido a quedarse -la vida en el centro; las personas por encima del capital; cooperar antes que competir-, vivimos la expresión con convencimiento. Pero, ¿ya está? ¿Es suficiente hablar de «todas» en vez de «todos»? ¿Hay suficiente en poner la palabra «persona» delante de los substantivos? Desde La Clara, nuestra cooperativa en comunicación, y como personas feministas que seguimos la corriente de muchas otras entidades, hace años que damos vueltas a qué significa comunicar con perspectiva de género. Porque, si recogemos la frase del filósofo Wittgenstein, «los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo» y la estendemos, ¿no podremos hacer más feminista nuestra realidad agrandando la comunicación con perspectiva feminista? Creiéndonos esta hipótesis, ¿podemos elaborar una teoría? ¿Qué herramientas comunicativas ya tenemos o debemos inventar? ¿Qué niveles de comunicación hemos de repensar?
COMUNICACIÓN PARTICIDADA Y SITUADA
«Que no hablen de nosotras, sin nosotras». La frase, recogida de entornos activistas como el movimiento trans o decolonial, es una llamada a incorporar desde el minuto zero la comunicación feminista. Una comunicación que, para que tenga perspectiva de género, debe recoger las voces feministas en los relatos, las opiniones y las noticias no de manera testimonial, sinó igualitaria. Los datos del colectivo #onsónlesdones deja el panorama comunicativo catalán muy mal parado: si revisamos su último análisis por el 8M, relativo a las mujeres que colaboran en espacios de opinión en los medios de nuestro país, los datos son alarmantes: el día D, el 8 de Marzo de 2021, las mujeres que opinaban en medios de papel fueron el 36% aunque las mujeres somos el 51% de la sociedad. ¿Hasta cuando esta infrarepresentación?
QUÉ ESCRIBIMOS Y QUÉ DECIMOS
En cuanto al lenguaje, si hacemos casos de ciertos (y ciertas) linguistas, escritoras y opinadores, optaríamos por no desdoblar, ni neutralizar ni tampoco buscar alternativas para no hablar en masculino. Nos dicen que no hace falta porque el masculino es neutro o porque, en caso de utilizar otra fórmula, esto embrutece el lenguaje, lo complica y hace dificultosa la lectura. O porque, según insisten, provoca que se haga una identificación errónea entre género lingüístico y sexo.
La cuestión de fondo es que si el lenguaje hace una sociedad más o menos machista. Y ciertamente, cambiar una sociedad y luchar contra el machismo y el heteropatriarcado no depende exclusivamente del lenguaje. Ahora bien: ¿vale la pena cambiar textos si podemos contribuir a hacer que esto pase? Como nos gusta autocontestarnos, la respuesta es sí, vale la pena. Y es que las palabras cambian realidades en visibilizarlas: si en una clase decimos «niños y niñas», más allá de que nos sentimos representadas también las niñas, estamos haciendo obvio que están en el mismo nivel y que las llamamos por alguna razón. Así lo vivien, como un acto de reivindicación de su existencia. Pues bien: el lenguaje, a parte de permitirnos transmitir información entre nosotros, es una herramienta política. Miremos cómo se apropian de conceptos vistos como correctos algunos partidos y dirigintes políticos con las palabras «aeropuerto verde», «feminismo liberal» y otros similares. Lo hacen porque el lenguaje es política.
«WASHINGS OR NOT WASHINGS»
En un principio podríamos estar de acuerdo que no tiene sentido un uso intensivo del lenguaje inclusivo sin una mirada hacia adentro que cuestione las relaciones internas de poder heteropatriarcal. De la misma manera que pierde sentido si el discurso está totalmente alejado de la realidad, ya que podemos llegar al washing, rainbow o purple washing. Volviendo al ejemplo escolar: un patio llenos de «niños y niñas» donde solo los niños están jugando a la pelota invadiendo todo el espacio común cambia poco de realidad. Pero con todo y eso, no podemos renunciar a estos cambios, por pequeños que sean, ni sobre todo, a este posicionamiento. Nos gusta como los dice Brigitte Vasallo en su libro Lenguaje inclusivo, exclusión de clase: «Lo que hacemos en hablar en femenino, en neutra o alguna otra fórmula, no es resolver, sinó mostrar el desasosiego, desnaturalizar, generar ruido, propiciar un desplazamiento, intervenirlo».
FOTOGRAFÍAS, ICONOS Y GRAFISMOS
Pero no solo se comunica cuando se habla o se escribe. También lo hacen las fotografías, los iconos y las ilustraciones. ¿Por qué estamos hartas de ver hombres-economistas-empresarios-que-todo-lo-saben en las fotos de las noticias económicas? ¿Por qué siempre nos publicitan fotos de familias heteropatriarcales? ¿Por qué el cuerpo de la mujer se representa sexualizado? ¿Por qué el icono del lavabo para mujeres siempre tiene falda? Publicar fotografías, imprimir iconos y dibujar ilustraciones con otras perspectivas de género puede ayudar a romper estereotipos, abrir la mente y hacernos reflexionar sobre cómo nos queremos y podemos comunicar visualmente. Si os faltan ejemplos, podéis visitar el banco de imágenes de Fotòpica, de La Pera Comunicació, o los iconos por la diversidad de Wàitala.
COMUNICACIÓN FEMINISTA Y INCLUSIVA
Como comunicadoras feministas, siempre hemos considerado otras discriminaciones superpuestas al hecho de ser mujer: mujeres con discapacidad, gordas, negras, migrantes, pobres, del Sud global… todas las intersecciones que nos podamos imaginar y que, a nivel comunicativo, podemos trabajar para incorporar.
Pero, ¿qué sentido tiene quedarnos aquí cuando también los hombres o las personas trans están discriminadas por pertenecer a categorías no normativas o del «otro»? Si no las representamos, no existen, igual que si no facilitamos a las mujeres el acceso a la comunicación, las olvidamos y obviamos. Incluir significa utilizar imágenes donde salgan, convertirlas en portavoces, pero también crear webs accessibles, subtítulos en los posts de las redes sociales y otros sistemas que agranden las fronteras de la comunicación. La revolución (comunicativa) será feminista o no será, de la misma manera que la revolución será antiracista o no será, será LGTBI+ o no será, será anticapacitista o no será, o será antibelicista o no será.
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